—¿Cómo pudiste hacerle esto a tu hermano? —le reprocha Enzo a Marco a través de la línea telefónica.
—¿Cómo fuiste capaz de tanto...? —escupe con dolor.
Pero su hijo sin duda es un hombre muy cruel y soltando una risa satisfactoria le responde.
—El único responsable de todo lo que le pasó a Dante fuiste tú. Cuando decidiste echarme al olvido por él, aun siendo tú, el culpable de la muerte de mi madre. Me seguiste reemplazando. —
Enzo, harto de la situación y sintiéndose muy mal, suspira con pesadez.
—Dale con lo mismo... ¿Tú acaso te crees especial, maldito mocoso infantil? Tienes pelos en los testículos y la cara, actúa como un maldito hombre. Eres igual que tu madre, con un sentimiento que nunca cede. ¿Crees que yo te debo algo? No es mi obligación quererte si no me nace, aunque seas mi hijo. — Marco hace silencio y le responde con cinismo.
—Eso, padre. Desahógate, saca esa rabia contenida. Ese desprecio que trataste de mantener oculto por tantos años. —
La mala noche en el hospital