De vuelta a casa, los golpes comienzan a doler más. La adrenalina ya no está y, al cruzar la puerta, lo primero que hago es verla.
Sentada en la sala, con un libro entre las manos.
Nuestros ojos se encuentran. Me observa fijamente con gran sorpresa.
Su rostro es tan lindo... me cuesta admitir esta mierda, porque la empiezo a ver con agrado y no quiero.
—¿Qué te sucedió? —pregunta, dejándolo a un lado mientras se pone de pie.
—Nada que te importe. Sigue en lo tuyo —resoplo cansado.
—Ciertamente no me importa... pero te ves fatal.—
—Oh... me hacía mucha falta que me lo dijeras. Pero supongo que no es sorpresa para ti. No es la primera vez que llego ensangrentado —respondo con desgano.
—Tienes razón... pero sí es la primera vez que te veo hecho puré... generalmente vienes con la sangre de otros —se acerca y me toma de la mano.
Un leve choque eléctrico recorre mi cuerpo. La miro sin apartar la vista.
—Vamos a curar esas heridas —dice con suavidad.
—Lo haré yo mismo, preocúpate por ti, ya