Salgo del estudio y me siento en el sofá, sintiendo ese sentimiento que nunca pensé sentir.
Culpa.
Estoy muy loco, maldición. Mis ganas de molestarla se salieron de control, y ahora ella sí está enfadada de verdad.
Pero... ¿por qué me importa eso?
A mí no debería importarme nada en este mundo.
Yo no tengo nada que perder, al contrario de ella.
Suspiro, me levanto y camino a mi habitación. Me cambio de ropa y voy en busca de ella.
Una, dos, tres veces... y nada.
—Sol... abre la puerta. —Me ignora, lo sé.
Apoyo la frente en la puerta.
—Sol... no voy a pedir perdón, ni por ti —creo que más que arreglarlo, lo estoy arruinando.
Pero ella tampoco dice nada.
—Oye, no sé hablar. Pero solo quise bromear...no lo tomes tan a pecho—
Silencio.
Me siento como un completo estúpido hablando solo.
—Voy a entrar, solo quiero que me escuches...—
Tomo la manija de la puerta y la giro. La puerta se abre y ella está ahí, sentada en la cama con las piernas contra el pecho y la cabeza agachada.
—¿Piensas que