Te deseo lo peor

De regreso a casa con mis criaturitas. No puedo dejar de mirarlos... son tan preciosos.

Se parecen a mí.

Van dormidos en sus sillitas dobles, muy tranquilos.

Nacieron con apenas 36 semanas de gestación, pesando 2.49 kg cada uno. El parto se adelantó, pero llegaron en perfecto estado de salud.

Son idénticos, aunque creo que, por ser su madre, puedo diferenciarlos. O quizá es porque Dan tiene un lunar en el hombro derecho, igual que su padre.

Tienen mucho cabello, y cuando sonríen dormidos es como si viera destellos de luz descender sobre ellos.

No puedo explicar este sentimiento que tengo en el pecho... Es algo demasiado extremo, un amor tan intenso que ni siquiera sabía que se podía sentir.

Llegamos a casa. Camino como un patito, cargando a uno de los bebés mientras Laura lleva al otro.

Entramos y los acostamos en sus cunas, pero Sael empieza a llorar. Él llora suave, con calma, pero Dan... Dan definitivamente es como su padre.

Creo que él era el que me daba agua a beber en el vientre
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