Me despierto agotada, creo que había dormido demasiado, la habitación esta tan oscura y casi grito cuando siento que alguien me abraza por la espalda.
—¿Q-que?—empiezo a palpar a ciegas, tratando de entender qué sucede, hasta que la realidad me golpea.
El único que estaría pegado a mí, de esa manera es Dante.
Suspiro y e intento apartar su brazo, no tenía idea de lo pesado que podía llegar a ser. Pero cuando casi lo logro, me sujeta con firmeza, me sube a su pecho y me olfatea como un maldito enfermo.
—Sal de mi habitación—sus labios invaden mi cuello con una lluvia de besos.
—Estas en mi habitación—me responde de forma burlona.
Dándome más besos sonoros.
—¿Que? ¿Por qué estoy aquí?—
—Iba a recostarme y no quería hacerlo solo....Así que te cargué hasta aquí—
—Esto es tan... raro. Hace unos días me odiabas y ahora me besas, quieres mi compañía, te pegas a mí como si no pudieras evitarlo, pero juras que no te gusto. De verdad, necesito que pare—
—tu y yo tenemos un trato. ¿Aca