—Ya me siento mejor... —Estoy tratando de no romperme frente a él. Los ojos de Dante, esta vez, me miran distinto. Su voz está cansada, y de pronto, él levanta mi camiseta.
Y observa el moretón en mi costado. Sorbo por la nariz y sus ojos me miran con una extraña preocupación.
¿Por qué me sentía así? ¿Desde cuándo empecé a experimentar este extraño sentimiento en el corazón?
—¿Te duele mucho? ¿Te lastimé? —Lo abrazo, y aunque no me corresponde de inmediato y su cuerpo se tensa, me aferro a él.
Por estúpido que se escuche... lo extrañé, y nunca dejé de pensar en él.
En este hombre que me gritaba cada segundo y que me trataba como a una más de sus posesiones. Me humilló al punto de verme suplicándole, y aun así...
Yo lo extrañé.
Me levanta por el trasero y se da la vuelta, sentándose conmigo sobre el sofá.
Sus brazos me atrapan con sumo cuidado de no lastimarme.
—Llora... Creo que no es necesario, pero si te hace sentir mejor, hazlo y te escucharé —esa parte de él que no conocía me hací