El silencio de la cueva era distinto al silencio del bosque. Afuera, el mundo parecía respirar con nosotros, pero aquí dentro el aire se comprimía, como si las paredes estuvieran escuchando. Ashen había tomado el primer turno de vigilancia. Podía sentirlo incluso sin mirarlo: su postura tensa, su atención clavada en cualquier movimiento fuera de la entrada. Dorian dormitaba, aunque sabía que no dormía del todo; su respiración era demasiado alerta, demasiado consciente.
Yo me acomodé contra la pared fría, sintiendo el peso del cansancio por primera vez en días. El eco de la criatura derrotada todavía vibraba en mis huesos. El vínculo con Ashen también se sentía extraño… como si estuviera expandiéndose, más profundo, más vivo.
Cerré los ojos.
No tardé en caer.
El bosque me rodeó antes de que pudiera comprender dónde estaba. Pero no era un bosque normal, ni siquiera el bosque de Umbra Lux como lo recordaba. Las sombras eran más densas, más pesadas, casi vivas. Los troncos de los árboles