—Siéntese —ordenó Marena.
Lucía se mantuvo de pie.
—Dije que no voy a escribir.
Marena entrecerró los ojos.
Lucía sintió que el aire se espesaba… pero no retrocedió.
Alana dio un paso adelante, temblando de impotencia.
—¡Lady Lucía no tiene por qué obedecer a un hombre que la golpea! ¡No aquí! ¡No en el castillo del príncipe! —Esta mujer está loca—.
Marena la miró con calma.
Demasiado calma.
—No estás en posición de hablarme así, niña.
El duque me dio una orden… y yo cumplo todas sus órdenes.
Lucía sintió la sangre congelarse.
Conocía ese tono.
Ese tono siempre venía antes del dolor.
Marena se movió rápido.
Demasiado rápido.
Tomó a Lucía del brazo con fuerza.
Una fuerza que no era normal para una simple criada.
Lucía soltó un jadeo de dolor.
—Vas a aprender —susurró Marena— que negarle algo al duque tiene un precio.
Le clavó los dedos justo donde los moretones seguían frescos.
Lucía apretó los dientes para no gritar.
Alana gritó.
—¡Suéltela! ¡Suéltela ahora mismo!
Marena la empujó de