Clara pasó la noche dando vueltas en la cama, pensando en la mirada de Mateo, en su voz firme preguntando lo que ella no se atrevió a contar. El peso del silencio le apretaba el pecho.
“Debí hablar, debí confiar en él”, se repetía una y otra vez.
Al amanecer, tomó una decisión. Lo buscaría en la oficina para disculparse y contarle lo que llevaba meses callando. No podía seguir cargando sola con ese miedo.
Pero cuando llegó al bufete, el puesto de Mateo estaba vacío. Preguntó por él y le informaron que estaría fuera dos días por un asunto importante del mismo proyecto.
El corazón de Clara se hundió. El momento que había reunido fuerzas para enfrentar se le escapaba de las manos.
Sacó el teléfono con dedos temblorosos y le escribió un mensaje:
"Mateo, necesito hablar contigo. Ayer no fui justa, y quiero explicarme."
Pasaron unos minutos eternos antes de que la notificación apareciera en la pantalla.
"No te preocupes, Clara. No pasa nada."
Clara leyó esas palabras una y otra vez