Los días siguientes al reencuentro con Mateo se llenaron de coincidencias. El proyecto los obligaba a compartir reuniones, revisar planos juntos y discutir ideas para integrar la parte estructural con el diseño paisajista.
Clara, poco a poco, se fue sintiendo más cómoda. Con Mateo podía hablar de su trabajo con entusiasmo, sin miedo a ser minimizada. Él la escuchaba con atención, validaba sus ideas y a veces hasta se quedaba admirado con su creatividad.
—Siempre supe que tenías talento —le dijo un día, después de que ella defendiera con firmeza una de sus propuestas en la junta—. Pero ahora… ahora veo que además tienes una fuerza que antes escondías.
Clara sonrió, pero en el fondo, un nudo le apretó el pecho. Esa dulzura, esas palabras de aliento… le recordaban demasiado a los primeros meses con Facundo, cuando todo parecía cuidado y ternura. Y el recuerdo le dolía.
¿Y si es lo mismo? ¿Y si después de mostrar esta cara amable, también aparecen las garras?
Mateo notaba la contradi