La llegada de los investigadores a la clínica de Armuelles fue tan repentina como inesperada. Dos hombres vestidos de traje oscuro y placas oficiales colgando de sus cinturones descendieron de un automóvil gris sin logotipos. Sus rostros eran serios, sus miradas agudas, el andar seguro de quienes sabían que su presencia generaría incomodidad. El doctor a cargo de la sala donde estaba internado Facundo los recibió en el pasillo, con el uniforme impecable y el gesto profesional que ocultaba la tensión en su pecho. Nadie en esa clínica debía enterarse demasiado, pero las autoridades siempre encontraban la manera de llegar.
—Doctor —dijo uno de ellos, mostrando la credencial apenas un segundo antes de guardarla en el bolsillo—. Tenemos información de que aquí se encuentra internado el señor Facundo Ramírez. Necesitamos verificar su estado de salud y las circunstancias que lo trajeron hasta este lugar.
El doctor sonrió con una calma ensayada, inclinando la cabeza con cortesía.
—Efect