La reunión había terminado días atrás, pero el bufete aún vibraba con la inercia del proyecto de Costa Verde. Los equipos trabajaban a toda máquina: arquitectos revisando detalles, ingenieros ajustando cálculos, novatos absorbiendo cada palabra como si fuese oro. Todos parecían en sintonía, todos… menos Valeria.
El gran desacierto había sido, irónicamente, una decisión práctica. Raúl y Ernesto, conscientes de que Valeria no formaba parte de ningún grupo de presentación, decidieron asignarle una tarea “neutral”: la organización de todos los documentos.
—Tú tienes buena mano con el orden —dijo Raúl, confiado—. Encárgate de recopilar los planos finales, las maquetas digitales, los cronogramas de simulación y los informes de costos. Todo debe estar centralizado.
Ernesto añadió:
—Así, cuando vayamos a presentar la licitación, tendremos dos propuestas fuertes: la del equipo dos y la del equipo seis. Queremos que seas el enlace que organice y archive cada archivo.
Valeria sonrió co