A la mañana siguiente, el ambiente en el departamento de Lucian se sentía más pesado de lo normal. Aunque me había despertado temprano, permanecí en la cama, sin ganas de moverme. Mi mente aún estaba revuelta por lo que había pasado la noche anterior.
El beso que le di a Lucian.
La forma en que me rechazó con suavidad, pero con firmeza. El modo en que me dejó sola con mis pensamientos, sin forzar nada, sin pedir explicaciones.
¿Qué se supone que debía hacer con esto?
Un golpe en la puerta me sacó de mis pensamientos.
—Adelante —dije con voz apagada.
Cuando la puerta se abrió, mi corazón dio un brinco al ver a Aldrec entrar con paso seguro. Había algo en su expresión que me puso tensa. Mi primo cerró la puerta detrás de él y me miró con atención.
—¿Todo bien?
No.
Apreté los labios y desvié la mirada.
—En realidad, no.
Aldrec suspiró y cruzó los brazos.
—¿Qué te preocupa?
Tomé aire y lo solté lentamente, intentando ordenar mis pensamientos.
—La manada… tú… y Lucian.
Tan pronto mencioné