El eco de la voz de aquella mujer seguía resonando en mi cabeza.
―Tú me quitaste a mi ser amado. ¿Lo viste, no? Una sirvienta y el joven amo de la casa estaban juntos. Y el amigo de ese tal Luke, era mi amor, la persona que más amé.
El bosque comenzó a temblar.
—¿De qué hablas? —grité.
Ella levantó la mano y el viento se detuvo.
—No mereces lo que tienes Esther.
No entendía qué quería decir. ¿Cómo podía yo quitarle algo que yo ni siquiera recordaba tener? ¿A qué se refería con mi amor? ¿Lucian? ¿Luke? ¿O acaso hablaba de una historia que se repetía una y otra vez?
Antes de poder formular más preguntas, el bosque se deshizo otra vez. Las sombras se estiraron, los árboles se inclinaron y el suelo desapareció bajo mis pies. Sentí que caía, que mi cuerpo se deslizaba hacia otra existencia.
Cuando abrí los ojos, el aire olía a jabón y a lino fresco.
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Estaba al aire libre, bajo el cielo de la mañana. El viento movía suavemente las sábanas blancas que colgaban en un tendedero. Las gotas de