35. Una señal

Fabiola es amable en llevarla a comer a un centro comercial cercano a la residencia de la abogada Tatiana, a quien esperarán para escuchar lo que sigue ahora. Con más cuerdas que atar Gladys sólo acepta que lo único que tuvo que haber hecho aquí en Bogotá siempre fue buscar la verdad.

Ya no dejará pasar el tiempo porque la vida de su hija peligra. La suya misma aquí afuera. Pero el coraje es lo que la llevará a la salvación, y la ayudará a hundir a Esmeralda.

—Esa mujer…¿fue la que te quitó todo?

Gladys no quiere desayunar nada. Ya están sentadas las dos frente a frente en un pequeño puesto afuera de una cafetería. Los ojos de Gladys están hinchados de tanto llorar porque al ver la noticia de Juan Pablo horas antes sólo lloraba, y Fabiola la convenció de tranquilizarse y Gladys sólo aceptó con furia visitar la cárcel donde estaría Juan Pablo. Lo demás ya no lo quiere recordar. Cruzada de brazos, destrozada un poco por dentro, Gladys suspira.

—Esmeralda Torres, así es —Gladys confiesa.
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