Paz salió del salón con paso firme, pero el corazón le latía con fuerza tras el enfrentamiento con Terrance.
Apenas había tomado aire cuando un hombre desconocido se acercó a ella con una sonrisa encantadora.
—Señora Leeman, felicidades por su triunfo. ¿Un brindis para celebrarlo? —dijo, extendiéndole una copa de vino.
Paz estaba a punto de declinar, pero entonces su mirada se cruzó con la de Terrance, quien la observaba a lo lejos, su mandíbula tensa y sus ojos encendidos.
Algo en su interior la empujó a actuar. Una chispa de orgullo herido y despecho se encendió en su pecho.
—Por supuesto. Brindemos —respondió, dedicándole al hombre una sonrisa deslumbrante.
Tomó la copa y chocó su cristal con el de él. Dio un sorbo rápido, pero la bebida tenía un regusto extraño, amargo.
No le dio importancia.
Se despidió con un asentimiento cortés y caminó hacia la salida con la cabeza en alto, como si nada la perturbara.
Buscó a Randall Coleman y al no encontrarlo decidió marcharse.
Sin embargo, a