Días después, Gabriel viajó a Portugal.
La distancia no aliviaba el dolor, solo lo hacía más palpable.
El investigador le había dado una pista, una teoría sobre cómo Vivian había llegado hasta allí, viajando en un pequeño barco, el mismo día que casi la alcanzaba.
Cada pieza del rompecabezas encajaba, pero la verdad solo hacía que Gabriel se sintiera aún más perdido en su propio sufrimiento.
Si Vivian hubiera estado allí, su vida habría sido muy diferente. ¿Cómo podía haber sido tan ciego?
Cuando llegó al pueblo costero, lo primero que hizo fue dirigirse al único hospital de la zona.
Si Vivian estaba allí, sola y sin recursos, este debía ser el lugar en el que habría información de ella.
De inmediato, se acercaron a las enfermeras y al director del hospital, quienes, después de una breve conversación, cedieron y entregaron los registros de las mujeres embarazadas de veinte semanas o más.
Lo que Gabriel no sabía era que Vivian estaba precisamente allí, a punto de someterse a una revisió