Capítulo 8. Despierta.
Esa mañana empezó como cualquier otra. Llegué al café, me puse el delantal y Clara me dio la lista de cosas que tenía que hacer. Atendí a los clientes habituales, limpié mesas y llevé café a la mesa de siempre de los ancianos. Todo parecía normal. Eran casi las once cuando entró al local un hombre tambaleándose. Tenía la camisa rota y una mancha oscura en el costado. No era un cliente habitual, o al menos yo no lo había visto antes por aquí. Clara se acercó rápidamente, pero él levantó la mano para pedirle que no lo tocara. —Solo… solo un café —murmuró, respirando con dificultad. Yo me quedé mirándolo. No era un simple golpe. Tenía una herida muy fea en las costillas. Estaba acostumbrada a ver cosas así en la clínica de la manada. Clara me miró con preocupación y me hizo una seña para que lo ayudara a sentarse. Lo agarré del brazo y, en cuanto mi mano rozó su piel, algo extraño sucedió. Fue como si una corriente caliente me recorriera el cuerpo. El hombre soltó un gemido, pero no de dolor, sino más bien de alivio. Miré hacia su costado y la herida que antes estaba abierta y sangrando ahora se estaba cerrando delante de mis ojos. La piel se unió y, en segundos, solo le quedó una marca rosada. Me retiré de golpe, asustada. —¿Qué…? —El hombre se miró el costado, con la cara completamente pálida—. No puede ser… Clara también lo vio. Se quedó con la boca abierta, pero no dijo nada. El hombre se levantó, todavía con una mano sobre la zona donde estaba la herida. —No vi nada… —dijo rápido—. No vi nada, ¿entendido? Salió corriendo de la cafetería mientras yo me quedaba ahí paralizada. El calor que había sentido no se había ido de mi cuerpo aún. Ahora estaba concentrado en mi pecho, como si algo dentro de mí empujara para salir. Y entonces pasó. Un aullido resonó dentro de mi cabeza. Era fuerte, grave, tan intenso que tuve que agarrarme del mostrador para no caerme. No era un ruido externo, era interno. Lo estaba escuchando desde adentro. "—Aylin." Era una voz de mujer la que podía escuchar llamarme dentro de mi cabeza. Mi piel comenzó a arder y apenas si podía respirar. —Estás blanca, cariño. Siéntate un momento —dijo Clara, tocándome un hombro. —Estoy bien —mentí, aunque no podía mantenerme de pie. —No, no lo estás. Hoy voy a cerrar temprano. Apenas si podía escucharla. El aullido volvió a resonar de nuevo y esta vez fue más fuerte. "—Soy Iría, tu loba." Había pasado tanto tiempo sin escuchar nada dentro de mí, creyendo que mi loba estaba muerta o que nunca había existido. Y ahora estaba aquí conmigo. Pero no era solo eso. Con ella había llegado algo más. Una sensación de poder que me quemaba por dentro, que me llenaba tanto que no sabía cómo contenerlo. —Aylin, vamos —Clara me ayudó a caminar hasta la trastienda—. Siéntate aquí, voy a traerte agua. Me senté, pero el calor en mi cuerpo aumentaba rápidamente. Sentía que la piel me ardía y que la cabeza me iba a estallar. En cuanto Clara salió, todo se volvió negro. "Me encontraba de pie, pero no en la trastienda. Estaba en un lugar que no conocía. El cielo estaba cubierto de nubes oscuras y el suelo era de piedra. Frente a mí había una loba de pelaje blanco con destellos negros y unos ojos dorados que atravesaban mi alma. —Por fin —dijo—. Has tardado en llegar. —¿Quién eres? —pregunté. —Soy parte de ti. Parte de lo que siempre fuiste y olvidaste. Tu transformación no ocurrió antes porque tu tiempo no había llegado —continuó—. Las lobas de tu estirpe no nacen para seguir el mismo camino que las demás. Somos guardianas de la luz y la oscuridad. —¿Guardianas? —Tu linaje fue casi exterminado hace generaciones. Tenía que esperar a que estuvieras preparada. Por eso tenía que permanecer dormida. Pero ahora, el poder ha despertado en ti. —Yo no… no quiero ningún poder. —No tienes elección, Aylin. La luz y la oscuridad viven dentro de ti. Podrás sanar o destruir, según tú lo decidas. Pero no podrás ignorarlo. Quise preguntar más, pero todo empezó a desvanecerse. —Recuerda esto, Aylin: no confíes en cualquiera. Tu don atrae tanto a los que quieren salvar como a los que quieren poseer. El suelo desapareció bajo mis pies y caí en un vacío absoluto." Abrí los ojos en la trastienda, con Clara mirándome asustada. —¡Por fin! —exclamó—. Tenías fiebre y estabas hablando en sueños, debías de estar delirando porque decías cosas sin sentido. Me toqué la frente y noté cómo estaba empapada en sudor. —¿Cuánto tiempo estuve así? —pregunté. —Casi dos horas. Pensé en llamar a un médico, pero no sabía si tú querrías. —No… no llames a nadie. Estoy bien. No estaba bien, claro que no lo estaba, pero no quería que nadie me viera así. Tenía que llamar a mamá y contarle, pero no sabía por dónde empezar. Me quedé un rato sentada, recuperando el aliento. Clara me llevó hasta la habitación que alquilaba y me dijo que descansara. En cuanto cerré la puerta con llave, me dejé caer en la cama. La voz de Iría seguia ahí, hablandome en mi cabeza. "—Te dije que llegaría el momento." "—¿Por qué ahora?" "—Porque ahora puedes soportarlo." Me cubrí la cara con las manos. Sabía que mi vida acababa de cambiar. No sabía si para bien o para mal. Pero algo sí tenía claro: el mundo ya no era un lugar seguro para mí. Y si lo que Iría me había dicho era verdad, pronto alguien más vendría a buscarme.