Capítulo 2. El vacío.
Después de volver junto a mamá a casa, me quedé tumbada en la cama mirando al techo. Vacía y seca de tanto llorar. Mamá intentó hablar conmigo, pero no era capaz de hablar ni con ella ni con nadie. Nadie podía entender cómo me sentía. En tan solo unas horas lo había perdido todo: a mi novio y a mi loba. Ahora no me quedaba nada. Alaric no me dijo ni una sola palabra, ni siquiera me había mirado. Solo me había dejado allí como si entre nosotros nunca hubiera pasado nada. Como si todos esos años que compartimos no hubieran existido. Me levanté de la cama con los primeros rayos de sol, sin haber dormido nada. Fui al baño, me lavé la cara, me cepillé el pelo y fui a la cocina a desayunar. No tenía nada que hacer. pero no podía pasar el resto de mi vida encerrada, autocompadeciéndome. Así que decidí que lo mejor sería ir al centro médico y ayudar a mamá. Cuando salí de la cabaña, comencé a escuchar los susurros de la gente. La manada entera hablaba de lo mismo. Que Alaric había encontrado a su compañera. Que Vivienne era una loba fuerte. Que era lógico. Que era la hija del Beta y que hacían muy buena pareja. —¿Y Aylin? —preguntó alguien a lo lejos. —Dicen que no despertó a su loba. Que no tiene. —¿Cómo puede ser? No es común… pero tampoco imposible. —Una humana entre nosotros… Escuchar aquellas palabras me causaba más dolor del que podía soportar. Apenas me quedaban unos metros para llegar, pero no podía aguantar escuchar nada más sobre mí o sobre Alaric, así que salí corriendo lo más rápido que pude. Me encerré en la enfermería esperando que todo pasara, pero no pasaba. Cada persona que llegaba hasta allí siempre soltaba las mismas palabras. Mamá intentaba que yo no me enterara de nada y hacía como si nada hubiera pasado. Pero sí que había pasado, y por mucho que ella lo negara, eso no cambiaba nada. —Aylin —dijo ella mientras me entregaba una taza con té—, esto no es el fin del mundo. Cogí la taza de té, pero no le respondí. —En algunos casos, cariño, hay jóvenes que tardan más en despertar a su loba. A veces es por miedo, otras por bloqueo… La miré sin ganas. —No te desesperes. Todo sucede por algo... Asentí, para que me dejara en paz, y parece ser que funcionó, porque después de eso suspiró con resignación y volvio a su trabajo. Esperé a que Alaric viniera, pero no vino ni ese día ni el siguiente. Por alguna estúpida razón esperaba que él viniera a verme y me diera una explicación, o al menos que fingiera y me dijera que lo sentía, que no podía evitar el vínculo con Vivienne o cualquier otra excusa. A partir del tercer día, dejé de intentar entenderlo. Dejé de ir a los entrenamientos. Dejé de pasar por el claro. Comencé a evitar a todo el mundo y a esconderme en la cabaña. Ayudaba a mamá en silencio y me escabullía cuando llegaban pacientes. Vivienne me miraba con superioridad cada vez que nos cruzábamos. Caminaba con seguridad, como si ya fuera la Luna. Como si no le bastara con habérmelo quitado todo, también necesitaba restregármelo por la cara. Yo no reaccionaba, no era capaz de articular palabra y menos de mirarla a la cara. Ella habría ganado, pero al menos no permitiría que me viera destrozada. Había dejado de comer, apenas si lo hacía. No hablaba con nadie y lo único que quería era dormir. En mis sueños era feliz y no sentía ningún dolor. ... Una mañana, al sexto día, me desperté con náuseas. Me levanté tambaleando y no llegué a la taza del váter. Vomité en el suelo de madera de la cabaña y mamá vino corriendo. —¿Aylin? ¿Estás bien? Negué con la cabeza, limpiándome la boca. Me ardía la garganta. —Creo que algo me ha sentado mal. Pero no había comido nada fuera de lo común. Solo un poco de sopa la noche anterior. Me senté en la cama. El estómago seguía revuelto. Cerré los ojos y comencé a pensar. Vómitos, mareos, cansancio, sensibilidad... No, no podía ser. Pero la idea entró sola en mi cabeza y me golpeó tan fuerte como un mazo. "¿Y si... estoy embarazada?" Me llevé las manos al vientre, ¿y si con una sola vez bastó para que pasara? Cerré los ojos con fuerza, queriendo borrar esa posibilidad. Pero no pude. La sospecha se instaló en mi interior. No le dije nada a mamá, no me atrevía. Quise pensar que si lo olvidaba no existiría esa posibilidad, pero según pasaban los días, mi malestar no mejoraba, y ahora sí que esa posibilidad cobraba fuerza. ¿Podría estar esperando un hijo de Alaric?