CAPITULO 78- ENTRE CARICIAS Y RISAS.
Ana y Leonardo entraron tomados de la mano, con la sonrisa tranquila de quien ha vivido un día que quedará grabado para siempre.
Ana dejó su bolso sobre la mesa del recibidor y se volvió hacia él, con los ojos brillando.
—Gracias… por todo, Leonardo. Por hacer de este día algo tan especial —dijo con voz suave, apenas un susurro.
Leonardo se acercó despacio, con esa mirada que la desarmaba por completo.
—No tienes que agradecerme nada, Ana. Lo único que quiero es verte sonreír —respondió él, acariciándole la mejilla con el pulgar.
Ella sonrió con ternura. Sentía que poco a poco, los miedos que antes la ataban iban cediendo terreno. Cada gesto de él, cada detalle, le devolvía la confianza que creía perdida.
Se fueron a la habitación, Leonardo la observó unos segundos más antes de quitarle las sandalias con cuidado. Luego, con naturalidad, la ayudó a recostarse sobre la cama.
—Debes estar agotada. Fue un día largo —dijo mientras le retiraba con delicadeza el cabello del rostro.
—Un poco