Mientras Ana disfrutaba del milagro del nacimiento de su hijo, el licenciado Bustamante se movía sin descanso entre oficinas y juzgados.
Con cada documento en sus manos, sentía que estaba más cerca de lograr lo que había prometido: la libertad de Leonardo Santori.
El despacho del juez estaba en silencio cuando el abogado depositó sobre el escritorio una carpeta gruesa con sellos y firmas.
—Aquí están las pruebas, su señoría —dijo con voz firme—. Los documentos originales de la empresa Santori Corp, la confesión del contador Uribe y el testimonio de Isabella Sifuentes, quien reconoce que mintió en el juicio anterior.
El juez revisó el expediente durante largos minutos. Finalmente, levantó la vista y asintió con solemnidad.
—Ordeno la liberación inmediata del señor Leonardo Santori. Su inocencia queda demostrada.
El licenciado Bustamante cerró los ojos y suspiró con alivio.
Por fin, después de meses de lucha, la verdad salía a la luz.
Horas después, el abogado se encontraba en la sala d