Semillas de luz
El primer destello del día apareció detrás de las colinas, esparciendo pinceladas de un dorado pálido sobre los pastos aún cubiertos de rocío. El aire era fresco, casi cortante, y cada respiración de Pedro exhalaba nubecillas que se desvanecían en seguida.
Estaba de pie sobre la escalera de madera, llave inglesa en mano, apretando el último perno que fijaba los rieles metálicos de los paneles solares en el techo del granero. Cada tintineo del metal resonaba como una música de renacimiento en esa mañana silenciosa.
Desde arriba, veía la granja entera despertando despacio: gallinas escarbaban la tierra con sus uñas afiladas cerca del corral recién pintado; dos vacas bostezaban bajo la sombra alargada del viejo ipé; y la casa principal, con sus muros encalados, reflejaba la claridad naciente con un brillo tímido.
El olor dulce del heno recién cortado se mezclaba con el perfume terroso de la tierra húmeda, y Pedro sintió cómo sus hombros se relajaban, como si la luz que in