Marcos.Despierto con el sonido vacilante de una rama golpeando la ventana, y lo primero que siento es el dolor agudo, palpitante, insistente en el brazo y en la cabeza.Abro los ojos lentamente, dándome cuenta de que estoy en una habitación mal acabada, cuyas paredes de ladrillo crudo tienen el yeso desgastado, revelando fisuras por donde la brisa fría entra.Sobre mí, un zumbido bajo insiste en pulsar, pero respiro. Hay una mezcla de calor y humedad en el aire, un olor agrio a paja y madera podrida. Intento mover el brazo herido, pero suelto un gemido de dolor y me obligo a contenerme. Siento un peso en el pecho:Estoy vivo.Al levantar el torso con esfuerzo, descubro que estoy acostado sobre un colchón rústico, cubierto por una sábana de retazos.A mi lado, reposa una jarra de agua sobre un cajón de madera, y en el suelo, un par de botas gastadas. El techo de tejas cerámicas está inclinado, las juntas abiertas, y gotas silenciosas se desprenden, cayendo sobre el suelo de tierra bat
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