Un año después…
Isabella descendió del jet privado, su piel dorada por el sol de Manhattan brillaba bajo la intensidad de los rayos. La ciudad se extendía frente a ella, con sus imponentes edificios y su constante bullicio, creando un ambiente que le resultaba nuevo y desafiante. Había pasado un año en Europa, un tiempo dedicado a sanar las heridas emocionales causadas por la pérdida que había sufrido, pero también a redescubrirse a sí misma, a forjar una fortaleza que desconocía poseer.
Su cuerpo esbelto y delicado, su cabello largo y radiante, eran testigos visibles de la transformación interna que había experimentado. Su mirada reflejaba determinación y valentía, cualidades que se habían fortalecido durante su viaje de autodescubrimiento. A su lado, Sebastian, su compañero constante y fuente inagotable de apoyo, la observaba con admiración y amor, convirtiéndose en el protector que siempre había anhelado tener a su lado.
—¿Estás lista, Isa? —preguntó Sebastian, su voz suave pero fi