Quédate Conmigo

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Romance
Última actualización: 2025-06-16
Heaven_Kiss6969  Recién actualizado
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Resumen
Índice

La vida de Isabella dio un drástico giro cuando salió embarazada, lo que empezó con amor termino convirtiéndose en una cruel pesadilla, donde la traición con traición se paga, y los que destruyeron su felicidad pagarían un alto precio. Cuando Sebastian reconoció a su primer amor, se dio cuenta de que haría lo que fuera por tenerla, pero Isa tenía un oscuro pasado y arrastraba consigo un inmenso dolor y una sed de venganza… Pero Sebastian estaba decidido a tenerla. Incluso él se convertiría en su espada, pondría a sus enemigos de rodillas antes sus hermosos pies a cambio de su felicidad… Y eso es exactamente lo que haría.

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Capítulo 1

Prólogo

El corazón de una joven madre se apretaba en su pecho, mientras dolorosas lagrimas resbalan sin parar por su rostro. Isabella permanecía fuera de la unidad de cuidado intensivos pediátrica y solo podía observar a su hija Eva, una pequeña niña de tres años, a través del grueso cristal que la mantiene aislada. Solo podía ver a su hija durante diez minutos al día, y, aun así, tenía que mantenerse alejada de ella. Para prevenir infecciones bacterianas y víricas, los médicos habían tomado todas estas medidas de seguridad por precaución.

—Eva, soy yo, soy tu madre, puedes oír mi voz, ¿verdad? —Susurró por el intercomunicador en la pared, a un lado del cristal.

Las pestañas de su bebé aletearon, con visible esfuerzo Eva intentaba abrir sus ojos sin éxito, Isa solo podía imaginarse el dolor que sentía, y solo eso fue suficiente para saber que ella escuchaba su voz de su madre incluso amortiguada por el cristal.

Tenía tanto miedo de dejarla sola, pues sabía que ese era el mayor miedo de Eva, estar sola y encima en un lugar desconocido.

¡Solo tiene tres años!

Y tiene que experimentar tanto dolor. Como madre, ella sentía que su corazón se desgarraba lentamente.

Observó horrorizada su piel morada de tantos golpes y alguna que otra quemadura de lo que parecía ser cigarrillos, y apretó sus puños a sus costados. Su pequeña cabeza estaba envuelta en vendas, la niña acababa de salir de cirugía.

Cuando hizo llego al hospital le dijeron que Eva había sufrido una caiga… Pero el resto de golpes en su cuerpo indicaban mucho más que eso.

«Esos hijos de puta» el pensamiento cruzo por su mente y no puede evitar apretar moler dientes con sus encimas, la ira la estaba consumiendo.

¿Cómo se atreven?

¡¿Cómo pueden hacerle daño a una bebé?!

El monitor emitía un monótono tictac, como un cuchillo sin filo que la cortaba el tímpano. La línea verde del electrocardiograma se retorció y saltó en la pantalla. El respirador emitió repentinamente una alarma rápida y la respiración de Isa se detuvo.

«Oh, Dios, no…»

—¡Ayúdenla! — El grito brotó de su garganta desgarrada, sólo para disiparse en un débil eco en el pasillo vacío. Sentía las piernas como si se le hubieran quedado sin huesos y, de repente, la esquina de una bata blanca brilló al doblar la esquina, y ella explotó al instante con las últimas fuerzas que le quedaban, rodando y arrastrándose mientras se abalanzaba sobre ella. En el momento en que agarró el brazo de la otra persona, las lágrimas se precipitaron como un dique, el rímel mezclado con lágrimas se quedó en su cara, toda ella estaba hecha un lío. —¡Por favor, doctor! Sólo tiene tres años…

Las palabras no cayeron, sus rodillas golpearon el suelo fuertemente, el dolor agudo, pero no comparado con la desesperación como un millón de flechas atravesando el corazón por dentro. La inocente sonrisa de Eva seguía destellando ante sus ojos, pero ahora aquella carita tan hermosa estaba pálida como el papel, sin vida. Agarró el puño del otro lado con todas sus fuerzas, como si estuviera agarrando la última gota, su voz llena de temblores y súplicas

—Ella no está bien, no puede ser…

Sin fuerzas sus piernas, Isa cayó en medio del pasillo, de rodillas y sollozando con fuerza. Gracias a Dios unos enfermeros acudieron a sus suplicar, pasando de ella y apresurándose a la habitación de Eva.

Isa estaba paralizada en el suelo, sin poder dejar de llorar.

No sabía qué hacer en ese momento.

Su mundo lentamente se desvanecia.

Sin muchas fuerzas se arrastró de vuelta a la habitación, observó estupefacta como los médicos y enfermeros hacían lo posible por estabilizar a la pequeña. Las líneas en la pantalla del electrocardiograma temblaron violentamente. Isa veía la lucha y el dolor de Eva, y solo podía estar parada fuera de la ventana de cristal, sintiéndose más indefensa que nunca. Apretó las palmas de las manos contra el cristal dando golpes con todas sus fuerzas, pero era inútil.

Con rabia y dolor clavó las uñas de sus dedos profundamente en la carne, creando media lunas en la palma, pero simplemente ella no podía sentir el dolor.

Nada de lo que hiciera ahora podía servir en ese momento, ya era demasiado tarde.

Siguió observando a su pequeña a través del cristal incluso cuando los médicos cubrieron su rostro con una sábana blanca, indicando lo que en su mente se negaba a aceptar. El médico responsable abrió la puerta por la que Isabella no tenía permitido el paso. Tan solo el personal médico.

—Señorita, lo lamento mucho. —Pronuncio el doctor, viéndose realmente abatido y como si tratara de aliviar de algún modo algún sentimiento de culpa, continuó: —La niña vino en muy mal estado, el golpe en su cabeza causo laceraciones en el cráneo, una terrible contusión cerebral, tratamos de estabilizarla con anticoagulantes, antibióticos y antinflamatorios después de la cirugía… Pero no fue suficiente. Siento mucho su perdida.

—¿Cómo pudo pasar esto? —Susurró ella

En ese momento, el olor a desinfectante se volvió cada vez más intenso, como si se hubiera convertido en una cuerda que la estrangulaba hasta dejarla sin aliento. Las lágrimas caían en grandes gotas sobre el suelo, formando reflejos distorsionados en las baldosas. En esos reflejos, se veía a sí misma con el pelo revuelto y la mirada vacía, como un cadáver andante al que le hubieran arrancado el alma.

—La policía está tratando de averiguarlo… de hecho, quieren hacerle algunas preguntas —Dijo el doctor, retirándose.

Isa asintió en silencio, estaba segura de que tendría algo que declarar, después de todo ella era la madre de Eva… Aunque las hayan mantenido alejadas por un año.

Pero justo ahora, responder preguntas es lo último que quería.

—Soy el oficial Clark, señora Isabela —Un oficial de policía se acercó —Necesito hacerle unas preguntas.

Isa asintió, agobiada

—¿Tiene alguna relación con el padre de la menor? —Fue lo primero que le pregunto el oficial

—No, nos separamos hace un año —respondió ella, indiferente —Él sé que quedo con la custodia de la niña…

—Si, en el informe leí algo sobre su incapacidad para cuidarla…

—¿Incapacidad? —Isa gruñó, enfrentándolo —Carlos me engaño con una compañera de trabajo, cuando decidí dejarlo me dejo en la calle… Sin trabajo ni un hogar el tribunal se puso de su lado.

El oficial Clark asintió, tomando notas en una especie de libreta.

—Entiendo, Isabela —Murmuró él —Sé que la niña estuvo al cuidado de su padre en todo este tiempo, pero debo preguntarle… ¿Alguna vez observo a Eva siendo maltratada por él o su nueva esposa?

Isabella se estremeció en su lugar, dándose cuenta de lo que él trataba de insinuar.

—Usted cree que…

—Señorita, no es mi deber hacer suposiciones, solo estoy investigando —Aclaró el oficial —Ya tenemos la entrevista al señor Carlos, él y la señora Bella dicen que la niña se cayó por una escalera.

—Su cuerpo tenia viejas cicatrices y moretones… No fue solo un accidente por las escaleras —Murmuró ella, enojada.

—Sé lo que está pensando —Él trato de ofrecerle una sonrisa tranquilizadora —Pero deje la investigación en nuestras manos. Solo estoy haciéndole preguntas de rutina.

Ella asintió en silencio.

El resto de las preguntas se limitaron a respuestas monosílabas de “si y no”. En su cabeza aun prevalecía las suposiciones del oficial, y para cuando el interrogatorio termino Isa ya se encontraba al lado de camilla donde descansaba el cuerpo inerte de su hija.

Con delicadeza apartó la sabana de su rostro, acariciando una de sus mejillas con ligeras marcas de quemaduras pasadas. Su piel aún estaba tibia y de no ser porque sabía que ya su alma no estaba dentro de su cuerpo, de lo contrario habría pensado que simplemente estaba dormida.

¿Un caso de negligencia?

¿Un accidente?

En el fondo de su corazón sabía muy bien de que se trataba de algo mucho más grande

—Mi dulce niña —Susurró, acariciando el rostro de Eva con sus dedos temblorosos—El responsable de esto lo pagara, lo juro.

Al inclinarse, las puntas de su cabello rozaron los labios pálidos de ella. Con el pulgar tembloroso, le frotó con fuerza los párpados cerrados. De repente, la abrazó con tanta fuerza que parecía querer fundirla con su propia carne y hueso.

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