El hospital no parecía nada fuera de lo común.
Solo un hospital, ¿no? Mucho movimiento de gente, entrar, salir, correr de un lado a otro, familiares preocupados y una rutina de lo más normal.
Un hospital normal.
A lo mejor sí lo era. Y no había nada extraño en él.
Desde fuera, con su fachada gris y muros silenciosos, era apenas un edificio más entre los muchos que servían de cobertura a los poderosos de Velvograd. Pero para el hombre apostado en el café de la acera de enfrente, ese edificio era todo menos ordinario. ¿Cómo podría serlo?
Llevaba horas allí, con el abrigo cruzado, una bufanda oscura y una taza de té intacta frente a él. Nadie lo miraba dos veces, y él se aseguraba de mantenerlo así. Solo levantaba la vista para observar los movimientos en la entrada principal del hospital, registrando cada rostro, cada vehículo, cada sombra.
Su nombre real no importaba. Boris le llamaba "Vozdukh", y en las últimas semanas, su tarea había sido doble: primero, encontrar a Nikita Petrova. S