Abril tembló.
Y por un instante... lo pensó.
Pero justo cuando sus labios estaban a punto de cruzar el abismo, una alarma suave sonó en el ascensor.
Ella bajó la mirada. Se apartó de golpe y presionó el botón de reactivación.
—No —dijo con firmeza—. No otra vez. No si tú mismo no sabes quién eres ahora.
Las puertas se abrieron. Abril salió sin mirar atrás.
Y Leonard se quedó dentro del ascensor, respirando como si acabara de correr un maratón con los pulmones rotos.
Solo y ardiendo.
…
El Bentley negro cruzó las afueras de Londres con la elegancia de una serpiente vestida de seda. La madre de Leonard, impecable como siempre en su conjunto de tweed gris perla, gafas ahumadas y labios rojo sangre, no decía una palabra. Ni siquiera miraba por la ventana. Su mirada estaba clavada en un punto invisible, como si cada kilómetro que la alejaba del centro de la ciudad también la arrastrara hacia un pasado que se negaba a olvidar.
El chofer frenó suavemente frente a un edificio antiguo de ladril