El mensaje llegó a media tarde, sin remitente, solo una línea helada: “Restaurante MNL, 21:00. Acuda sola. Es por el bien de Lucas.”
Emilia supo al instante que no podía ignorarlo.
El restaurante estaba casi vacío, iluminado por candelabros que lanzaban destellos dorados sobre las paredes de madera oscura. En el reservado del fondo, tres figuras la esperaban: los padres de Lucas, impecables en sus trajes de gala, y un hombre de semblante pétreo que reconoció como el abogado de la familia Thoberck.
—Señorita Wik —saludó la madre, con una sonrisa cortante—. Agradecemos que haya venido.
La cortesía era un velo frágil. Emilia se sentó, sintiendo la presión de las miradas. El camarero sirvió agua y desapareció, dejando un silencio denso.
El abogado deslizó una carpeta sobre la mesa.
—Seré directo —dijo con voz grave—. Su relación con el señor Lucas Thoberck genera un conflicto de intereses que amenaza la estabilidad de TecnoInv. Si persiste, el consejo de administración destituirá a Lucas