48. El príncipe

Fausto.

Guadalajara, Jalisco. 10 de Mayo.

Mis hombres habían peinado la entera zona cuatro veces antes de cerrar el cementerio privado de la paz para mí.

Victoria a mi lado cabeceaba mientras la camioneta se movía entre las calles repletas de grandes tumbas y mausoleos de gente que alguna vez fue importante.

Ella me quiso acompañar y desgraciadamente yo no le pude decir que no, ya que se sabia lo mucho que Victoria respetaba a mi madre aun en su tumba.

La camioneta Cheyenne se detuvo en una casa de tres pisos.

El mariachi hizo acto de presencia tocando las mejores melodías en este día especial.

La puerta blanca tenía un enorme arco de flores rosas. El color favorito de mi madre. Aún muerta le pondría los mejores lujos hasta que yo me reuniera con ella en las puertas del infierno.

Victoria abrió enormemente los ojos al ver a la delgada morocha sobre el pasto hablar animadamente con Vladimir al aire libre.

—A Carlota no le va a gustar que Nina este aquí—dijo Victoria malcriadamen
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