49. El narco y la princesa
Dante.
10 de Mayo. Puerto Escondido, Oaxaca.
Siempre había amado la playa.
El viento sopló despeinando mis largos cabellos.
El yate en medio del océano estaba relativamente tranquilo.
No balazos, no muertes, no violencia.
Una vida que me hubiese gustado llevar en el pasado. Una normal y patética vida, la cual ya nunca tendría oportunidad de formar parte de mi.
Me lleve el cigarro a los labios, estaba tan cómodo acostado sobre la colcha azul en el área descubierta del barco.
No vivía con la preocupación de que alguien me fuera a meter un balazo en cualquier segundo. Me podría quedar aquí por siempre.
Pescar para sobrevivir.
Hasta en una pinché isla podría vivir sin problema.
Suspire. Pero no sólo yo dependía de mis acciones.
Se que tengo que cuidar a las personas que mis muertos dejaron.
Eso me hacía continuar con mi vida llena de sangre.
Estoy seguro que no estás orgullosa de lo que he hecho mamá. Pero, como le prometí a tus cenizas que lance en esta mismo océano, no voy a