Indra.
Ni siquiera pude dormir bien los siguientes días de tanta emoción que me embargó.
Quería ver a mi mamá, tal vez incluso estaría Emiliano en la casa y podría escuchar su versión; mi hermana mayor se moriría de ternura al ver a mis hijos... Dios mío, hasta me entusiasmaba la idea de ver a Ariana.
¡También podría aclarar las cosas con mi padre!
Sofía me ayudó a hacer las maletas de los gemelos como si nos fuéramos por una semana, cuando en realidad íbamos y regresábamos el mismo día.
Las carriolas de los gemelos parecían un rompecabezas para Dante que intentaba meterlas a la camioneta todo estresado. Él nos acompañaría durante el viaje, ya que tenía cosas que hacer con Jorge.
Durante el trayecto hacia el aeropuerto, en punto de las siete de la mañana, les ofrecí reiteradas veces desayuno casero a los hombres, porque mi euforia era demasiada.
Jorge me tuvo que callar literalmente, poniendo una mano sobre mi boca cuando iba a volver a hablar. —Apenas y puedo con una Sofía... no ne