3. Gane

Dante.

Mérida, Yucatán.

—Te ves bastante tranquilo para ser tu—dijo Johanna mientras barajeaba las cartas del oráculo frente a ella, sobre la mesa de cristal de nuestra oficina temporal en el centro de convenciones de Mérida.

Nuestros sillones estaban frente a frente.

—Después de no dormir dos días, cualquiera estaría así —le respondí tratando de tomar su respuesta mordaz con el nulo humor que me quedaba.

Le di un trago al café frío, demasiado cargado para mi gusto. No pude evitar hacer una mueca asquerosa.

—Hubieras dejado que Luka se encargara de esto. Él está más preparado, y sobre todo tiene más paciencia y tacto que tú—. Johanna volvió a decirme filosamente.

Le sostuve la mirada ante sus felinos ojos verdes. Casi eran iguales a los del maldito Villanueva.

Me ardió la sangre y procuré rodar los ojos lentamente como Johanna odiaba.

Estaba jodidamente molesto y cansado. Pero no iba a dejar esto en manos de nadie más que las mías.

Mucho menos en las del maldito Luka que estaba jugando a ser el señor moral, cuando claramente nosotros no éramos los señores de la ética.

—Sabes bien porque Luka está en la banca hasta nuevo aviso Jojo, me sorprende que lo saques al tema teniendo en cuenta que Dasha también decidió involucrarse. Yo te veo muy tranquila— contra ataque alzándole las cejas en el proceso.

—Dasha y Luka son adultos. Toman sus propias decisiones. Yo no me voy a entrometer en lo que quieren con Indra. Si deberías hacer algo, es con tu hermana. Ella es menor de edad, y aun así tiene más peso sobre tus decisiones que cualquier otra persona. Dasha y Luka tal vez no te lo digan, pero siguen sus órdenes. Sofía es igual de cabezota que tú— Johanna terminó con una sonrisa torcida que significaba, tengo la razón y tú no.

Bufé. Porque maldita sea, Johanna si tenía razón. El puto estrés de ver cómo todos en mi familia, poco a poco, se ponían del lado de Indra... me estaba matando.

¿En serio ya se les había olvidado todo lo que sufrimos cuando caímos en manos de los Villanueva?

Ella era una de ellos. Parte de ese nido de víboras. Una enemiga más.

Y no por estar embarazada iba a cambiar mi plan. El mismo que llevaba cocinando durante años.

¡¿Por qué m****a nadie lo terminaba de entender?!

Dejé caer duramente la cabeza sobre la mesa de cristal justo cuando la puerta se abrió.

El idiota de Kai asomó su cabeza sudada, con la máscara de la Purga empujada hacia atrás. Revelando su rostro repleto de rasguños y moretones de peleas pasadas.

Kai estaba castigado, Vladimir Kozlov había atrapado a toda su escuadra poco después del secuestro de Indra.

Fue estúpido y nada estratégico con mantener el perfil bajo, sin embargo fue el único que logró escapar libre de ese secuestro.

Y por eso lo quería aquí. Que vieran los Villanueva como seguíamos teniendo a uno de los secuestradores directos de Indra en mis filas.

Aunque poco cuidado me traería si le meten un balazo a Kai el día de hoy.

El puto calor no me dejaba pensar bien.

Mérida era un infierno. El bochorno se colaba incluso con el aire acondicionado.

—Ya viene el "Chino". Lo están trayendo desde el aeropuerto de la Ciudad de México —anunció Kai limpiándose el sudor con el brazo.

Johanna bufó ahora antes de responder.

—¿Ese payaso en vez de Luka? ¿En serio, Dante?—.

Cerré los ojos. Necesitaba paz. Aunque fuera imaginaria.

—El Chino puede conectarnos con el clan Villanueva sin tanto pedo. Ahora cállate, Johanna, y déjame dormir por el amor a tus cartas—.

Kai cerró la puerta con un portazo tomando mi ladrido como la señal perfecta.

Recosté mi nuca contra el sillón de una plaza.

Y yo no tardé ni dos minutos en quedarme muerto.

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