24. Mamá
Indra.
Miré a Dante discutir con alguien por celular mientras buscaba, desesperado, las llaves dentro de una gaveta en el tocador de la entrada de su mansión.
—¡Que ya revisé todos los cajones, chingada madre! —no sé qué le contestaron por el celular, pero Fara, bien despierta dentro de su transportadora, comenzó a reírse.
Franco, como parecía ser su rutina, dormía plácidamente en la otra transportadora, ajeno al escándalo del hombre tatuado.
Hoy teníamos cita con el doctor de cabecera de los niños en Juchitán.
Dasha no llegaba de viaje hasta mañana, así que mi único medio de contacto era Dante.
Tres de sus hombres ya se habían ofrecido a llevarnos en el resto de las camionetas, pero Dante estaba obstinado en encontrar las llaves de su BMW para poder manejar él mismo.
Procure en el fresco exterior cubrir bien a mis bebés con sus mantas de algodón que tenían grabados sus nombres (Cortesía de Sofía).
Estaba sentada al inicio de las amplias escaleras frente a las decenas de camionetas