Caminar por el prado, ver y sentir la naturaleza de cerca, era un placer indescriptible. Una de las empleadas la reconoció.

—¿Mary, eres tú? —preguntó sorprendida. Mary la reconoció también: era Yolanda, muy amiga de tía Rosa.

—Sí, soy yo. ¿Cómo has estado? —respondió Mary con una sonrisa.

—Estás muy cambiada —se abrazaron—. Lamento lo de tía Rosa —dijo Yolanda, frunciendo el ceño—. Me dijeron que el patrón había traído a una mujer a la casa… ¿Eres tú?

—Vine a cuidar a mi hijo Junior, eso es todo —respondió Mary, algo apenada.

—¿Eres la verdadera madre de Junior? —preguntó con asombro.

—Sí, yo soy su verdadera madre. Nos vemos luego, voy a caminar un poco —dijo Mary, algo incómoda. Yolanda percibió cierta molestia en su rostro y no quiso seguir haciendo preguntas.

—Nos vemos luego, Mary.

Las murmuraciones no se hicieron esperar en la cocina. Todas hablaban de la llegada de Mary. La mayoría del personal la conocía y empezaron a cuestionarse los motivos de su presencia.

—Es una quita ma