—¡Mary, Mary! —la voz de Carlos la sacó de su ensimismamiento.
—Disculpa, solo pensaba —dijo ella, excusándose.
—No te hagas más daño —contestó Carlos, acercándose—. Trata de no pensar en cosas que ya pasaron. Disfruta el presente, date una oportunidad. Ya todo está organizado —agregó, dirigiéndose a una empleada—. Ella te mostrará tu habitación.
Dicho esto, se marchó. Mary quiso darle las gracias, pero él ya se había alejado. Mientras caminaba hacia su habitación, se dio cuenta de que todo estaba cambiado. La casa ahora era moderna, perfectamente decorada. El pasillo que antes recorría tenía ahora ventanales de vidrio que daban la sensación de estar en medio de la naturaleza.
Llegó a un gran salón finamente amueblado, que parecía más una galería de arte que una sala de estar.
—Señora, su habitación —dijo la empleada, deteniéndose a unos pasos de Mary.
—Gracias.
La habitación era bastante amplia. Una cama grande, dos mesas pequeñas a cada lado, un sofá cómodo, dos hermosas lámparas y