Junior, aún consternado por la noticia, miró a Isabel, el amor de su vida, la mujer que amaba. ¿Cómo era esto posible? De sus ojos brotaron lágrimas, lágrimas que no pudo contener por más que intentó ocultarlas. Salió de aquel lugar a pasos agigantados; tenía ganas de vomitar. Aquello era terrible.
Isabel, junto a su madre y su hermano, abandonó el lugar sin decir una palabra. Michael se acercó a Carlos, quien aún permanecía arrodillado; lo levantó y lo llevó hasta el auto. Era mejor sacarlo de allí: las miradas de la gente y los murmullos lo estaban enloqueciendo.
La vida continuó para cada uno de los habitantes del pueblo, pero ya no era igual. Conocer la verdad lo había cambiado todo para muchos, entre ellos Junior. Estaba muy enojado con su padre; no podía creer que le hubiera ocultado la verdad acerca de su verdadera madre. Además, aún seguía enamorado de Isabel… ahora, su hermana.
Las cosas ya no eran iguales en la hacienda Robles. El aire pesado se aferraba a cada rincón, como