SIENNA
No sé qué es peor, no haber logrado mi libertad o haberla saboreado y luego perdido.
No entiendo por qué lo hace, pero mi estómago ruge desde hace horas y la desesperación me ha llevado a pintar.
Desde que me encerraron, suena por los altavoces una canción sin letras, solo una melodía desesperante y rápida, que lo único que ha logrado es llevar a mis emociones al límite.
Quisiera arrancarme los oídos para no escucharla más. Notas interminables que resuenan por las paredes pulcras.
Ni siquiera me he molestado en intentar descifrar la clave del panel de la puerta. Tampoco vale la pena mi esfuerzo de abrirla por la fuerza. Antes me rompería la mano, o peor, el dolor en mi hombro aumentaría. Y si ahora se ha vuelto insoportable, no me imagino en unas horas más.
Por esta razón, muevo el pincel apresuradamente, esperando que los trazos no queden finos y se vea desordenado.
Hasta que por fin suelto mis utensilios, limpio mis manos con un pañuelo húmedo y me pongo en pie. Retrocedo uno