MASSIMO
— Pensé que eras más astuta… ¿En serio creíste que las llaves se cayeron por error?
Su expresión es toda una obra de arte, de esas que son mis favoritas. Las que reflejan tanto miedo que te obligas a apartar la mirada. Así, justo así me mira Sienna.
La mano le tiembla con desenfreno. Entonces, con un breve movimiento de la mía, hago que suelte la daga.
No voy a mentir, estoy algo decepcionado.
— ¿Qué quieres de mí? Déjame ir, por favor… —la última frase le sale como un quejido.
— No puedo hacer eso.
— ¿Por qué? —Las lágrimas se desbordan por sus mejillas—. ¿¡Por qué!?
— ¿Por qué? —insiste, entre sollozos—. ¿¡Por qué!?
— Porque ahora… me perteneces.
La observo temblar, con esa daga inútil a sus pies. Su rostro está empapado en lágrimas y su labio inferior no deja de temblar. Fascinante. Es como ver a una criatura rota, demasiado hermosa para el infierno al que la estoy arrojando.
— Por favor… —susurra, dando un paso hacia mí.
— No supliques —le corto, con frialdad—. Sabes lo que