MASSIMO
Las luces de las velas parpadean en la mesa con un ritmo suave, como si acompañaran el silencio que se instala entre nosotros desde que nos sentamos. Sobre los árboles, las guirnaldas de luz titilan como luciérnagas atrapadas. La brisa es leve, pero lo suficiente para mover una hebra suelta del cabello de Sienna.
Luce distinta esta noche.
El vestido resalta su piel, sus ojos, y maldita sea si no fue adrede. Lleva el cabello suelto, con mechones que sobresalen y rozan su cuello. Esa parte de ella que siempre me cuesta no mirar.
Ella evita mis ojos al principio. Juega con el borde de la servilleta mientras una de las empleadas de Matteo deja el plato fuerte frente a nosotros. Es la única que él dejó para asistirnos. Discreta. Callada. Prácticamente invisible.
La comida huele bien. Matteo jamás haría algo mediocre, ni siquiera para una cena tan cargada de tensión como esta.
— No te obligué a venir —le digo finalmente, para romper el hielo.
— Lo sé.
Nada más. Lo dice sin dureza, s