9. Bienvenida

Indra.

Dante nos esperaba en el patio repleto de camionetas y de escoltas extranjeras.

El diablo estaba jugando toscamente con Samuel.

Cuando Dante me vio sus ojos recorrieron de pies a cabeza mi cuerpo, después el hombre le dio un trago a su cantimplora metálica.

Me cubrí el cuerpo lo mejor que pude con la gabardina de piel de oso hasta los tobillos.

Las esposas hacían más tedioso cualquier proceso aún cuando ya me había acostumbrado a ellas. Me las quitaban solo para cambiarme de ropa y bañarme.

La peluca de color azul me llegaba hasta los hombros.

El maquillaje cargado que me había puesto la mujer de la máscara de cara feliz hacía parecer mis facciones más puntiagudas y serias.

Debajo de la gabardina de piel de oso solo tenía un calzón color crema de tiro alto y sobre eso, un vestido de manga larga hasta las rodillas de malla nude tono que transparentaba mi muy delgado cuerpo dejando lo poco que me quedaba de pechos casi al aire.

Las botas de piel negras con tacón de aguja hasta los muslos eran Louboutin.

Me sentí demasiado incómoda, esta persona no era yo. Jamás en toda mi vida hubiese aceptado ponerme encima la piel de un animal.

Todas estas extravagancias con las que Dante también se paseaba, eran mil veces más notorias que en Fausto.

Dante parecía querer llamar la atención de todas las maneras posibles. No sabía como explicarlo porque no lo conocía. Ni siquiera sabía que lo había orillado a odiar tanto a Fausto.

Pero para ser el líder del cartel del infierno Dante no podría parecer estar más ajeno a su trabajo, conmigo aquí.

Dasha era la única que estaba con nosotros siempre en la casa, cuando Dante requería su presencia me obligaba a usar unos audifonos con la música demasiado alta.

Entre el regueton y el rap en español de Dante solo le podía ver mover los labios hacia Dasha para que ella escribiese cosas por el. Estaba segura que eran de mucha importancia importancia o muy secretas por lo cual no se me permitía ser oídos de esta.

Usaba esa misma técnica con la música, cada vez que Luka le hacía videollamadas. El ruso no se había vuelto a aparecer por la casa desde la vez que me dejó aquí.

Dasha no parecía recordar su presencia aunque ya le había visto la alianza de matrimonio a la mujer y silenciosamente asumí que su pareja era el ruso.

Solo una vez fui despertada en la madrugada por los gritos que Dante pegaba creo a sus contadores a cerca de un pago que no se transfirió a alguna cuenta.

De ahí en fuera nunca le vi levantar aunque fuera una calculadora para revisar sus ingresos.

El confiaba ciegamente en Dasha.

Y ella en el.

Dasha tomaba clases de español en línea, yo le había ayudado a corregir varias palabras en sus ejercicios bajo la atenta mirada de Dante.

El parecía haberse dado por vencido respecto a la mujer de cabello rojo.

Aunque Dante se notaba claramente harto de estar encerrado conmigo intentaba ocultarlo lo mejor que podía.

¿Por qué no se iba entonces?

A Dante no parecía interesarle la vida normal de un millonario, solo quería acción, adrenalina, balas.

Lo había visto entrenar todas las frías mañanas a través del enorme ventanal de la sala con varios hombres y Dasha como su traductora.

Ella también sabía defenderse. La había visto dejar inconsciente a tres hombres solamente con sus puños.

Una loba.

Ellos eran una manada de feroces lobos que harían lo que fuera necesario para cazar a sus presas.

Regrese a la vida actual cuando Dante me zangoloneo hasta la camioneta donde me obligo a subir toscamente.

Samuel le siguió y lo último que vi antes de que Dante cerrara la puerta fue a Dasha ya en bata con una mueca de frustración en ella.

Yo no quería ir de fiesta con estas personas.

¿Por qué no me podían dejar con Dasha? No iba a hacer nada. No tenía manera de hacerlo.

La Suburban avanzó a toda potencia siendo cuidada por seis camionetas más y varias cuatrimotos en medio del bosque y la terracería, hasta que de pronto salimos a una solitaria carretera y las cuatrimotos volvieron al bosque a seguir en guardia.

Ni siquiera podría sobrevivir a un escape aquí.

La carretera se llenó pronto de carros de lujo y la Suburban se detuvo en medio de esta.

Dante me obligo a bajar y Samuel grito de la emoción siguiéndonos.

Un Lamborghini Diablo, un Bugatti negro y un Audi R8 se detuvieron a pocos metros de nosotros.

Samuel subió de copiloto al Audi y chocó palmas con el conductor, quien quiera que fuera.

Dante me empujó en el copiloto del Bugatti bajo la fría noche. Luego corrió al lado del conductor donde uno de sus hombres ya le sostenía la puerta abierta.

Las luces neón color azul dentro del caro carro me hicieron sentir que estaba a punto de entrar a otro mundo.

El hombre con el pasamontañas que había estado previamente en el Bugatti subió a la camioneta de donde emergimos y pronto estás comenzaron a tomar el camino de regreso, dejando los carros de lujos listos para sus verdaderos dueños.

Dante avanzó sin previo aviso a máxima potencia y mi espalda se fue contra el asiento de piel color blanco.

Los demás costosos carros le siguieron en una competencia.

El estómago se me revolvió al ver la brutalidad con la que el hombre manejaba por las oscuras carreteras.

El enorme bosque fue lo único que vi varios minutos y los motores furiosos de los carros fue lo que retumbó contra mis oídos.

Pronto las luces de una ciudad se comenzaron a ver como montones de estrellas a lo lejos y Dante bajó considerablemente la velocidad.

Madre mía. De verdad estaba en Rusia.

Las letras en los carteles luminosos eran incomprensibles para mi.

Ver tanta gente de pronto me aterro.

Podría bajarme del carro y gritarle a alguien que me ayudara, pero nadie me entendería.

Todo estaba tan bien planeado.

Alguien tocó la ventana de Dante y el bajo el cristal viendo al hombre que estaba arriba de una moto BMW amarilla neón que también tenía luces blancas en las gruesas llantas.

El hombre se alzó la visera del casco blanco repleto de pegatinas de rayos y Dante extendió una enorme sonrisa.

—¡Eh qué pedo Arabe! ¿Listo para las apuestas?— le grito emocionado Dante.

El semáforo se puso en verde obligando al hombre de la moto a solo alzarle la mano en señal de confirmación. Luego la pesada moto avanzó con el potente rugido.

Un Ferrari de color rosa se nos unió también en una calle formando una especie de caravana con los demás carros de lujo.

¿Cuantas de estas personas no eran peligrosas?

Intocables. Letales. Asesinos. Mafiosos.

Pronto llegamos a una zona de discotecas en medio del tráfico donde la gente común ya se había comenzado a amontonar por la banqueta para ver el desfile de los deportivos de lujo, los cuales eran recogidos uno por uno, gracias al personal del valet parking.

La calle tenía montones de luces neones colocadas sobre las lámparas haciendo parecer que había entrado en un viaje hacia los ochenta de pronto.

—No está de más repetirlo hermosa, si intentas hacer cualquier cosa por más mínima que sea...—dijo lentamente Dante mientras esperábamos nuestro turno para bajar.

Una de sus manos imitó ser una pistola y me dio justo en la frente.

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