25. Destino

Indra.

La madera de mi puerta se azotó contra la pared. Abrí los ojos aterrada, intentando correr por inercia, lejos del peligro.

Lo único que evitó que mi cuerpo se estrellara contra el suelo fueron los brazos pesados que, sin cuidado alguno, me seguían sujetando contra la cama.

Solté todo el aire contenido al incorporarme un poco.

El cuello me dolía por la mala postura en la que había dormido, como si manos invisibles aún lo apretaran, como si siguieran sujetándome con sus garras.

Vladimir me observaba fijamente con esos ojos azules, duros, y su ropa deportiva negra que lo cubría de pies a cabeza.

¿Se acordaba de mí? ¿De lo que pasó la primera vez que tuve contacto con él? ¿Con el mundo de Fausto?

Fausto me había prometido una reintegración a mi vida social.

A una nueva vida social.

Con guardaespaldas y un entrenador personal. Alguien que me enseñaría a defenderme... de todo.

Eso fue lo que acordó anoche por teléfono con sus hombres, mientras regresábamos a casa.

Yo lloré todo e
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