El video de Anastasia se propagó por internet como un incendio forestal. La imagen de una mujer llorando, confesando años de tormento y amenazas, resonó en los corazones de millones. Las redes sociales, una vez más, se convirtieron en un campo de batalla digital entre quien debía o no tener la razón.
#AnastasiaTruth y #ProtectAnastasia se volvieron tendencia mundial en cuestión de horas. La narrativa de la víctima, de la mujer que amaba a un hombre que la traicionó y la amenazó, había calado hondo. Los comentarios llovían, disparejos.
—¡Pobre mujer! ¡Vance es un monstruo!
—Siempre supe que había algo mal con él —dijo una mujer en un video en Tik Tok—. Su poder lo corrompió.
—Fingir tu muerte para salvar a tu hijo —dijo otra, llorando amargamente—. Eso es puro amor de madre.
Pero la otra mitad de la audiencia, la que aún apoyaba a Vance, no se quedó en silencio. #VanceIsTheVictim y #DontFallForIt también ganaron tracción. No solo Anastasia tenía la narrativa de su lado, sino que Vance