Transcurrieron treinta años desde esa última cena familiar en Alaska. La nieve y el frío del norte se convirtieron en el telón de fondo de una vida plena, un mundo de paz y serenidad que contrastaba con la tormenta que una vez los había envuelto. Sus hijos crecieron en ese ambiente de amor, y la vida, con su paso implacable, trajo consigo tanto alegría como dolor. Agnes se fue a la universidad en la costa, brillante y llena de sueños, mientras que David y Benjamín, después de décadas de lealtad y amistad, se retiraron y, con el tiempo, partieron, dejando un vacío que el cariño de la familia no podía llenar por completo.
Y luego estaba Henry.
Aunque Vance nunca le metió en la cabeza la política, Henry creció rodeado de personas que llamaban a su padre "presidente" con una reverencia que lo marcó. El deseo de que a él también lo llamaran así, se convirtió en algo tangible cuando su padre lo apoyó para postularse. Las personas, al saber de dónde venía el joven con ideas frescas, lo apoya