Gracia
—¿Qué...? —chillé, encontrando mi voz perdida. Estaba áspera y débil, pero podía hablar.
—Oh, finalmente, señorita Navarro. Parece que necesitaba un poco de motivación antes de hablar conmigo. —El hombre al otro lado de la línea volvió a reír.
Las lágrimas se acumularon en mis ojos, pero no cayeron. Murmuré con voz temblorosa. —¿Quién... quién... eres?
—Esa no es la pregunta correcta, señorita Navarro —dijo, sonando alegre y tranquilo—. Debería preguntar, ¿qué quiero de usted?
El puño en mi cabello se apretó, arrancándome varios mechones. Las lágrimas finalmente brotaron de mis ojos mientras el dolor en mi cuero cabelludo aumentaba.
—¿Qué... quieres? —Me dolía la garganta. Era como si alguien me hubiera dado un puñetazo y ahora no podía hablar sin pausas o sin sentir que me sangraba.
—Es simple, señorita Navarro. Solo quiero que convenza a su novio de cancelar la reunión de accionistas. —Su voz se volvió cortante a través del altavoz.
¿Novio? Quería negar con la cabeza, pero no