Esteban—¿Cuñada? —Una arruga se formó en mi frente.—Esteban... —Lucía jadeó de repente.Miré hacia mi derecha y vi que su cuerpo se desplomaba, pero antes de que pudiera golpear el suelo, la tomé de la cintura y la sostuve.—¿Lucía? —Le di palmaditas en su mejilla pálida.Esos bastardos lo habían logrado; hicieron que esa pobre chica se desmayara por el dolor del corazón.—¡Doctor, examínela! —Grité.Los doctores y enfermeras que estaban junto a Gracia corrieron en nuestra dirección.—Trasladen a la paciente a una habitación. —Ordenó el doctor.—Si algo le pasa, no te dejaré en paz, Gracia. ¡Debes saber que ya no te lo voy a dejar pasar! —Le siseé a la chica que se suponía era mi esposa.—¿Ah, sí? —resopló—. Bueno, espero que no se muera todavía porque quiero que sufra hasta su miserable final.No podía creer lo que escuchaba; sus palabras eran venenosas. Todo el tiempo, había hablado con dulzura y seguía sonriendo como una tonta, así que pensé que era tranquila y cariñosa, pero resu
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