—Una escapada no nos haría mal —dijo Valentina, con una sonrisa suave mientras se servía café en la cocina de Sebastián—. El estrés, los medios, los contratos… podríamos ir a Santa Marta unos días. Tomás también necesita desconectarse.
Sebastián la miró con atención.
—¿Santa Marta? ¿Y ahora tú proponiendo descanso?
—No todo es pleito y poder, Reyes. A veces, hasta los tiburones necesitan flotar.
Él sonrió, aunque algo en su mirada seguía recelosa.
—¿Quién más va?
—Tomás… y una amiga de él. Alejandra. Arquitecta. Lo anda persiguiendo desde hace rato. Puede ser divertido.
Sebastián entrecerró los ojos.
—¿Divertido… o estratégico?
Valentina le tocó el pecho con un dedo y le susurró:
—Relájate. No todo es una conspiración.
Mentía.
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Esa misma noche, en el estudio de Tomás, el plan real tomaba forma.
—¿Tienes la dirección? —preguntó ella.
—Sí. El contacto está en las afueras, en un condominio frente al mar. Lo identifican como “Don Julio”. Vive bajo nombre falso, pero es él.
—¿Cree que v