Valentina caminaba por el pasillo del edificio como si no existiera el peso del mundo.
Tacones firmes. Espalda erguida. Boca dibujada en rojo sangre.
La secretaria la saludó con una sonrisa nerviosa, y ella apenas asintió, con la elegancia de quien no necesita esforzarse para dominar la escena.
Desde afuera, todo parecía en orden.
Impecable.
Pero por dentro…
Por dentro algo comenzaba a temblar.
Las palabras de Sebastián no la habían dejado del todo.
"No sé qué diablos me hiciste."
Se lo había dicho con esa voz ronca, ese tono de confesión que parecía escapársele entre dientes.
Y aunque lo había enfrentado, y aunque había salido de esa oficina con la cabeza en alto, algo la acompañó después, como una sombra que caminaba a su lado.
Entró al baño de mujeres del piso 22 y se miró al espejo.
Estaba perfecta.
Cada cabello en su lugar, la piel luminosa, los labios intactos.
Y sin embargo, la mirada…
Esa mirada no era la de siempre.
Apoyó ambas manos sobre el lavamanos y respiró hondo.
¿Por q