La ciudad ardía en tensión silenciosa. La noticia sobre la orden de captura de Valentina aún no era pública, pero en los pasillos del poder se hablaba de una “limpieza inminente”. La fiscalía había sido cooptada, los jueces más independientes silenciados y la prensa amenazada. Era una guerra encubierta, y Valentina acababa de convertirse en una fugitiva de lujo.
Sebastián se enteró del movimiento por Víctor. No hubo necesidad de muchas palabras. En cuanto escuchó: “Activaron el protocolo de emergencia”, supo exactamente lo que debía hacer.
Guardó silencio durante el resto de la llamada. Colgó. Y se quedó sentado frente a la chimenea de su apartamento, con los ojos perdidos en el fuego.
Habían hablado de esto. No una, sino tres veces. En voz baja, con las luces apagadas y las emociones tensas. Lo habían escrito en servilletas, en hojas que luego quemaron. Un plan solo para el caso de que el sistema se volviera en su contra.
Y ahora el sistema había respondido.
Abrió una caja d