El silencio de mi apartamento se sentía pesado, pero también reconfortante. El sábado por la noche, después de la visita de Dumas, la conversación con él y la confesión que me había hecho, me sentí más agotada que al inicio de la semana. La revelación de que Dumas tenía un pasado complicado con una exesposa, y la forma en que me había tratado en el edificio, había dejado una herida profunda en mi corazón. Me fui a la cama temprano, agotada por la montaña rusa de emociones, y me dormí sintiéndome confusa y traicionada, pero también, de alguna manera, aliviada de saber la verdad.
El domingo por la mañana, desperté sintiéndome una persona completamente nueva. El sol se colaba por las ventanas de mi apartamento, y la luz cálida me hizo sentir que, por fin, podía respirar. Me di una ducha larga y me puse una ropa cómoda. No tenía planes. Solo quería estar en casa, en mi refugio.
Comencé el día limpiando mi apartamento. La limpieza del sábado había sido una forma de purgar mi rabia y mi con