Tomé el teléfono y, con los dedos temblorosos, le envié un mensaje a Dumas. Al inicio me parecía una excelente idea pedirle ayuda a Dumas, fue el calor del momento, ahora que me encontraba viendo mi teléfono, estoy aterrada ¿Cómo le iba a pedir ayuda a un hombre que acababa de conocer, un hombre que, a pesar de todo, era una figura pública y un CEO de una de las empresas de moda más grandes del mundo? Aún así, la idea de no hacer nada me aterrorizaba.
Aina: Sí, me encantaría
Recibí un mensaje de vuelta casi al instante.
Dumas: Te veo en la noche. No te preocupes por la cena, me encargo yo.
El día pasó en un borrón de nervios. No podía concentrarme en mi trabajo. Me dolía la cabeza y sentía un nudo en el estómago. ¿Qué le iba a decir? ¿Cómo le iba a pedir ayuda?¿Qué pasaría si él piensa que soy una aprovechada? No quería destruir lo que apenas estaba comenzando con Dumas.
Esa noche, me puse un vestido sencillo, nada muy elaborado. No quería que Dumas pensara que estaba tratando de im